Madre de Guadalupe

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domingo, 5 de enero de 2014

Llegaron ya los Reyes eran tres!!!

El evangelio de hoy,  Fiesta de la Epifanía, confirma lo universal de la salvación de Dios. Por este relato simbólico, se anuncia el origen divino de Jesús y su tarea salvadora como Mesías, como rey de Israel, heredero del trono de David y su presencia en la historia dando cumplimiento a las palabras de los profetas.
 Los magos, venidos de oriente,  también anuncian ese carácter universal de la misión de Jesús, la apertura del evangelio a los paganos y sus vínculos con  la comunidad cristiana.
La epifanía del Señor es la celebración para confesar nuestra fe en un Dios que se manifiesta a toda la humanidad, que se hace presente en todas las culturas, que actúa en todos, y que invita a la comunidad creyente a abrir sus puertas a las necesidades y pluralidades del mundo actual.
Pero es el momento de reflexionar sobre el pecado de Israel y nuestro pecado. "Somos el Pueblo de Dios"... ¿y otros no? Israel pensó que Dios estaba con ellos "contra otros". Nosotros sabemos que Dios está con nosotros, con todos nosotros, con todos lo humanos, contra el pecado. Israel pensó que era un privilegiado entre los demás porque conocía a Dios: ¿lo pensamos así nosotros? Hemos sido capaces de formular aquello de "fuera de la iglesia católica no hay salvación", y algunos hasta lo han defendido como un dogma.
Quizá nosotros no seríamos ya capaces de afirmar todo esto, pero sin duda seguimos creyendo que somos nosotros los que sabemos algo de Dios, y otros no; que, acerca de Dios, no tenemos que aprender nada de los que no conocen a Jesucristo; y quizá también que para nosotros la salvación es más sencilla que para ellos... En resumidas cuentas, que seguimos pensando que pertenecer al Pueblo de Dios es, un privilegio, un don que nosotros tenemos y otros no. Seguimos teniendo en la cabeza una arcaica noción: hemos recibido la Palabra de Dios, luego Dios es nuestro.
Pero la Palabra de Dios no está encadenada, ni siquiera a su Pueblo, ni a su Iglesia, ni a nada. La palabra de Dios es la luz del mundo y está en toda verdad, en toda belleza, en toda sabiduría, en todo bien. Y el corazón de los seres humanos de todas las razas y culturas y épocas, la siente, la recibe o la rechaza.
Nosotros hemos llegado a pensar que Jesús puso en marcha otra Religión, la Verdadera, la Definitiva, y así, hemos equiparado lo de Jesús con las demás religiones, que siempre expresan la manera de ser de cada pueblo, que hablan siempre de "nuestro Dios", y rechazan los dioses de los demás como ídolos o demonios...


Lo de Jesús está más en el fondo. Revela lo que hay de verdad en toda religión, cultura o comportamiento, y saca a la luz sus carencias. Y nuestra religión puede ser iluminada por la luz de Jesús, mostrando sus verdades y sus carencias, o puede creerse tranquilamente que, puesto que somos el Pueblo de Dios, todo en nosotros es verdad y somos la Luz de las Naciones.

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