Madre de Guadalupe

Madre de Guadalupe

sábado, 29 de diciembre de 2012

No se perdió en el templo "Abandonó" a sus padres



El estilo de familia de Jesús fue conflictivo y conflictiva la relación que mantuvo con sus padres

Domingo de la Sagrada Familia. En el centro de la Navidad, la iglesia dedica este domingo al recuerdo de la Familia de Jesús, que son José y María, con sus hermanos de Nazaret, los judíos, los cristianos y todos los hombres, en especial los excluidos de la sociedad.
Para cumplir su tarea, al servicio de la nueva familia de Dios, a la edad de doce años, Jesús abandonó a sus padres, quedándose en el templo. No se “perdió”, como piadosamente dice el 5º misterio del Rosario, sino que inició un camino distinto de familia, rompiendo con la antigua.
Éste es el día de la familia de Dios, que son todos los hombres aunque algunos pueden olvidar que el estilo de familia de Jesús fue conflictivo y conflictiva fue la relación la relación que él mantuvo con sus padres... Y mucho deberá cambiar nuestra sociedad, para que podamos sentirnos y ser hermanos y hermanas, familia de Jesús en comunión con todos los necesitados.
Este gesto de Jesús, que abandona a sus padre y queda tres días en el templo (como sin pensar en el dolor que les causaba) resulta tan conflictivo y contra-cultural que pone las carnes de gallina a quien lo piense, en una sociedad como la nuestra que, por una parte, abandona los niños y por otra se muestra super-protectora.
Estamos ante una increíble ruptura familiar, que comienza con un niño de doce años..., al hacerse mayor de edad ante la Ley (es decir, ante Dios). Por eso, una familia que no posibilite (y en algún sentido no promueva) la independencia creadora de sus hijos (como la de Jesús en Jerusalén) no responde al evangelio .
En este día, el Niño no se pierde, sino que abandona en un sentido a los padres, al cumplir los doce años, en Jerusalén para dedicarse a las cosas de su Padre, que son las cosas de todos los hombres, en especial los pobres.
Este Jesús que “deja” sus padres es un signo esencial de la familia, cuyo sentido he venido estudiando en postales anteriores. En un momento dado, el niño-joven, para ser buen joven tiene que “romper con el padre y con la madre” para descubrir y trazar así su autonomía. De ese Jesús que abandona a sus padres, para abrirse de un modo personal al misterio y tarea de la vida de la entrega mesiánica (que empieza a desplegarse desde el templo) trata el evangelio de este domingo, y así lo quiero comentar como noticia gozosa, comprometida, tanto para los padres como para los hijos.
Durante muchos años ha presidido mi (nuestro) comedor una reproducción del cuadro de P. Veronese (Niño perdido) que aparece en la imagen. Es un cuadro que admiro, pero que no recoge el sentido del comentario que sigue. Buen domingo a todos.

Textos: Jesús abandona a sus padres (Lucas 2, 41-52)
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y su madre le dijo: "Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados." Él les contesto: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?"
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.
a. EXÉGESIS BÁSICA
Rompiendo el contexto judío: Un niño que abandona a sus padres
Esta escena, construida de forma simbólica (no podemos decidir su historicidad), destaca la piedad de los padres y la sabiduría de Jesús, niño prodigio, dialogando con los maestros de Jerusalén. Así aparece como adolescente sabio que, a los doce años, como bar/ben mitzvah (hijo de los mandamientos), dialoga ya con los letrados del templo de Jerusalén. Los judíos actuales celebran esa fiesta de mayoría de edad a los trece años. No se sabe cómo lo hacían en tiempos de Jesús, pero es claro que Lucas evoca una celebración de ese tipo.
Pero la novedad no está en ese dato de piedad, ni tampoco en la sabiduría de Jesús, que podría compararse a la de Flavio Josefo, historiador judío algo más joven, que se presenta a sí mismo como niño prodigio:
«Yo fui educado con un hermano mío, llamado Matías, hijos los dos del mismo padre y de la misma madre; progresaba mucho en la instrucción, destacaba por mi memoria e inteligencia; y cuando apenas había salido de la infancia, hacia los catorce años, todos me valoraban por mi afición a las letras, pues continuamente acudían los sumos sacerdotes y las autoridades de la ciudad para conocer mi opinión sobre algún punto de nuestras leyes que requiriera mayor precisión» (Autobiografía II, 8-9).
Josefo se auto-presenta de un modo más pretencioso, pues no sólo dialoga (pregunta y responde), sino que enseña y actúa, con catorce años, como maestro de maestros de la ley, pero sin “romper” con sus padres. Hay otra diferencia. Josefo pertenece a una familia sacerdotal rica, sin más obligación ni tarea que estudiar (para luego gobernar).
Jesús, en cambio, es de familia de campesinos obreros, de manera que su ocupación directa es el trabajo, no el estudio; él no vive en Jerusalén, sino que va para la fiesta… y luego se queda en el templo, sin el permiso de sus padres, abandonándoles de un modo sangrante (en contra de todas las tradiciones del buen judaísmo patriarcal).
Josefo era un buscador curioso, un burgués del pensamiento. Tenía la vida asegurada, en plano económico y social. Por eso podía dedicarse al lujo de estudiar y experimentar con tranquilidad, sin implicarse totalmente en aquello que hacía, con buen conocimiento de sus padres.
Jesús, en cambio, fue un buscador vital, alguien que explora en la vida de trabajo y sufrimiento de la gente de su entorno, alguien que, para ser lo quería, en un momento dado, tuvo que abandonar a sus padres.
Jesús y la familia de los buscadores de Dios
Volvamos al texto de Lucas 2. Como buenos judíos, María y José siguen peregrinando cada año por la fiesta de la pascua. Llevan al niño a Jerusalén, allí celebran el recuerdo de la libertad de Dios como principio de toda esperanza para el pueblo. Una vez, al cumplir los doce años, Jesús se queda sin decir nada a sus padres; eso significa que les “abandona”, que se declara abiertamente independiente… a los doce años, tiempo de la madurez comunitaria (ritual y personal) para un judío de entonces.
Quien no sienta el escándalo de este abandono no entenderá el pasaje, ni el sentido de la familia cristiana.
Lógicamente, sus padres, angustiados, vienen a buscarle y le encuentran en el templo. Evidentemente, la madre le pregunta: ¡Niño! ¿Por qué te has portado de esta forma con nosotros? ¿No sabías que tu padre y yo te buscábamos angustiados? (2, 48).
Es la pregunta normal, la angustia de los padres por el ser querido. Pues bien, Jesús no se excusa, ni pide perdón, sino que responde de una forma hiriente, trazando desde este momento (doce años) su propia independencia, ante Dios y ante la vida. Quien no ha sido capaz de romper en un momento dado con los padres (con un tipo de tradiciones), al servicio de todos los hombres y mujeres, no puede entender el evangelio, por más misas de familia que se celebran (¡que benditas sean!)
¿Por qué me buscabais? ¿No sabéis que debo ocuparme de las cosas de mi Padre? (2, 49)
Ésta es la palabra clave. Hay una familia formada por el padre y la madre, que han engendrado y madurado a Jesús para la vida, para la autonomía… Pues bien, precisamente porque ha sabido recibir la buena lección de María y de José, a los doce años, Jesús se declara independiente, abierto a la familia de la voluntad de Dios, que es su Padre.
José y María le han educado en cariño y libertad. Pues bien, al llegar el momento de maduración de su vida (¡a los doce años!), Jesús se independiza, se queda en Jerusalén sin decirles nada. Ciertamente, después de este gesto, esperando el momento de su manifestación definitiva, Jesús vuelve a Nazaret y se muestra sometido a ellos (hypotassomenos, en palabra que emplea Ef 5,21 hablando de la mutua sumisión de los creyentes).
Pero en realidad, de un modo fuerte, Jesús ha mostrado independiente respecto de su madre y de su padre. Ellos no pueden controlar a Jesús, ni educarle a su manera (para sí mismos). Tienen que dejar que Jesús escoja su camino mesiánico. Confiar en ese hijo distinto, estar dispuesta a escucharle y seguirle de una forma activa esa es la tarea de María:
Ellos (sus padres) no entendieron la palabra que les decía (Lc 2, 50).
Y ella (su madre) conservaba todas estas cosas en su corazón (Lc 2, 51b).
Ésta es la palabra esencial: Los padres no entienden al hijo, no pueden entenderle, pues el hijo no es de ellos (para una obediencia pasiva), sino que es de Dios, es decir, para la autonomía personal, para la nueva familia de la humanidad. Aquí se sitúa la grandeza de María al final de este pasaje. Ella renuncia a manejar a Jesús, a imponerle su criterio. Hace algo mucho más grande: ¡Cree y colabora! Así participa en el camino mesiánico de su hijo.
B. AMPLIACIÓN, SENTIDO PROFUNDO
‒ La escena empieza con un signo de ruptura familiar: «al acabar las fiestas, quedó Jesús en Jerusalén, sin que los padres lo supieran» (Lc 2,43).
Como signo de actuación de Dios, como principio de Reino, María ha recibido un niño que debe ser cuidado, envuelto entre pañales (2,7). Pudiera haber pensado que ese niño, cercano, cariñoso, obediente, iba a mostrarse para siempre sumiso a su cuidado. Pero el niño, acercándose a su edad de independencia (doce años), se le vuelve independiente. Por eso, la señal de Dios se vuelve signo de ruptura.
En un lugar fundamental del AT se nos dice que, al llegar a madurar, «el hombre deja a su padre y a su madre para unirse a la mujer, formando así los dos una sola carne» (Gén 2,34). Pero Jesús no ha madurado todavía como esposo, ni abandona a sus padres en un gesto público de boda. Les deja en el momento de su madurez personal, a los doce años. Jesús no se pierde en el templo… sino que abandona a sus padres para marcar su independencia. Desde entonces la madre que ha entregado todo por Jesús viene a encontrarse como madre abandonada. La soledad de su abandono sobre el mundo podrá se interpretada después como signo del Reino.
‒ La escena es, en segundo lugar, un gesto de inserción israelita.
Los padres encontraron a Jesús «en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y preguntándoles» (Lc 2,46). Ciertamente, tomado en perspectiva historicista, el relato ofrece rasgos de anécdota ejemplar: Jesús aparece como un niño maduro, casi prodigioso, que viniendo de la oscura Galilea sabe discutir con los maestros de Jerusalén y les asombra «con su comprensión y sus respuestas» (Lc 2,47). Pero superando la anécdota, el sentido del texto se desvela en eso que pudiéramos llamar maduración israelita de Jesús: es hijo de María, pero debe recibir luz y camino entre los sabios de su pueblo, sobre el templo. Por eso viene a escuchar y preguntar.
Las palabras de la Anunciación presentaban a Jesús como rey universal, santo, que tiene la fuerza del Espíritu divino (Lc 1,32-33.35). Pues bien, ahora le hallamos aprendiendo, dialogando sobre el templo. Sólo porque escucha y pregunta puede comprender y responde a los doctores. María le ha educado y quiere mantenerle cerca, pero él se independiza (se le pierde) en el camino de preguntas y respuestas de su pueblo.
‒ En tercer lugar, la escena marca una ruptura trascendente.
Como madre angustiada le dice María: «¡hijo!, ¿cómo te has portado de esta forma con nosotros? Tu padre y yo te buscábamos llenos de dolor» (Lc 2,48). En un primer momento, el camino de liberación que María canta en Lc 1,51-53 se expresaba en el gesto de cuidado por un niño que no puede valerse por sí mismo. Pero ahora, la misma edad exige que Jesús rompa el estadio precedente de cariño cercano y obediencia infantil para asumir su responsabilidad de Hijo divino. De esa forma, ha respondido: «¿Por qué me buscabais? ¿no sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?» (Lc 2,49).
Quizá esta respuesta supone que sus padres ya sabían algo de ese misterio del Padre, especialmente su madre. Sabían que el camino de Jesús es diferente y que no puede predecirse de antemano. Y sin embargo el día en que Jesús lo asume y rompe el equilibrio antiguo de familia ellos se angustian: la misma cercanía se les vuelve señal de lejanía; han de perder al que sirvieron como niño, para descubrirle como salvador en el misterio de Dios Padre.
‒ Quizá podamos destacar aún otro rasgo de esta escena y descubrir en ella el signo de la muerte de Jesús y de su pascua.
Jesús abandona a los padres de este mundo, que le buscan por tres días, dominados por la angustia. Pasados esos días de dolor le encuentran en un gesto de pascua anticipada que les abre hacia la altura de Dios Padre (cf. Lc 2,46.49) Aunque esta referencia pascual no se halle literalmente demostrada, pensamos que teológicamente es verdadera. La maternidad mesiánica ha colocado a María en situación de cruz. Ella tiene que perder a su hijo si pretende recuperarle como Cristo. Esos tres días de abandono y soledad pertenecen a su propio destino de madre del mesías: ha de perder a Jesús, perder su propia vida, para descubrirle de nuevo y encontrarla en dimensión de Reino, como asegura el evangelio (cf. Mc 8,34-35).
‒ María no comprende la palabra de su hijo (Lc 2,50).
José, que es signo del AT, no le puede ayudar en esta empresa. Tampoco le resultan suficientes las palabras del ángel que anunciaban la realeza de su hijo (cf. Lc 1, 32-35), ni tampoco la palabra de utopía que ella misma ha proclamado cuando evoca la justicia final sobre la tierra (Lc 1,46-55). Pienso que el problema se ha desenfocado cuando pretendemos saber si es que María conocía o no el carácter divino de su Hijo. No es la divinidad en un sentido estricto lo que aquí se pone en juego. En juego está el camino de Jesús, su forma de responder a Dios Padre, la manera de trazar y realizar su misión sobre la tierra. Pues bien, María, fundada en el camino de Israel y en su experiencia anterior (anunciación y nacimiento), no comprende. Ciertamente, ella no puede comprender porque es el mismo camino de la cruz el que ha empezado a desplegarse ante sus ojos, de una forma misteriosa.
A María le desborda la respuesta de Jesús: la forma en que ha empezado a ocuparse de las cosas de su Padre (Lc 2,49). Este dato es significativo. No se dice que María desconozca a Dios. A Dios le ha comenzado a comprender, recibiendo su palabra y acogiendo su misterio salvador en las entrañas (cf. Lc 1,34-38). Tampoco ignora la liberación universal: al contrario, la entiende y la ha cantado (Lc 1,46-55). Lo que ignora es eso que pudiéramos llamar ruptura mesiánica del Cristo, la manera en que ha empezado a realizar su obra, abandonando a su familia y comenzando un camino de Calvario.
Pienso que esta ignorancia de María (y de José) debe entenderse a partir de lo que dice más tarde el evangelio. Jesús anuncia a sus discípulos, de un modo ya cercano, la exigencia de su muerte. Pero ellos no le entienden, la palabra de Jesús se les escapa, como realidad que sobrepasa sus posibilidades (cf. Lc 18,34; 9,45) 28. Esta ignorancia sólo puede superarse con la pascua, en el misterio de la nueva creación, cuando suscite Dios el Reino por Jesús, al rescatarle de los muertos. Por eso, María no puede entenderlo al principio.
‒ Sólo en este fondo se comprende la palabra inmediatamente posterior: «y su madre conservaba todas estas cosas en su corazón» (Lc 2,51).
Conserva precisamente aquello que no entiende, abriendo así un espacio nuevo de verdad, un tiempo nuevo de búsqueda. Nosotros, deformados por siglos de racionalismo, tendemos a igualar verdad y comprensión: sólo recibe sentido y es real aquello que nosotros dominamos, precisamos y catalogamos por medio de argumentos. Pues bien, el gesto de María nos invita a descubrir, a recibir y cultivar una verdad distinta donde cabe también lo no sabido, aquello que nosotros no podemos resolver por medio de razones. Esta es precisamente la verdad de la existencia, la más honda y creadora. 30
La verdad es creadora en la medida en que integra lo ignorado, sorprendente y novedoso dentro del espacio de búsqueda de aquello que sabemos o creemos. María, la creyente, acepta desde Dios el camino mesiánico de Cristo, su hijo. Por eso ha de aprender: el misterio de su vida sigue abierto y allí donde acogió en su día el anuncio del ángel deberá acoger también la novedad del hijo anunciado, aunque al principio no le entienda. Así realiza su existencia como itinerario de fe, en la línea de los grandes creyentes de su pueblo (cf. Heb 11; Vaticano II, Lumen gentium 58).
BIBLIOGRAFÍA
Además de comentarios al texto, cf. H. Räisänen, Die Mutter Jesu im NT, Helsinki 1969, 134-137; J. McHugh, The Mother of Jesus in the NT, London 1975, 113-124; S. Muñoz I., Los evangelios de la infancia II, Madrid 1987, 217-268; C. Escudero Freire, Devolver el evangelio a los pobres. Lc 1-2, Sígueme, Salamanca 1974.
Cf. también R. Laurentin, Jésus au temple. Mystére de Pâques et Foi de Marie en Lc 2,48-50, Paris 1966 ; A. Plummer, Luke, ICC, Edinburgh 1981, 76; J. Galot, María en el evangelio, Madrid 1960, 77; A. Feuillet, Jésus et sa Mére, Paris 1974, 78 : R. E. Brown (ed.), Maria en el NT, Salamanca '1986, 156-160;

viernes, 14 de diciembre de 2012

Tonantzin Guadalupe: la fusión de dos religiones


Puebla, Puebla.- La Virgen de Guadalupe o Tonantzin Guadalupe, es la figura religiosa más importante de los mexicanos, a la que se le pide alimento, protección y buena cosecha.
Con ella, hace 477 años se unieron dos tradiciones religiosas en una sola: la de Tonantzin, la Diosa Madre de la tierra venerada por los pueblos mesoamericanos; y la de Guadalupe, una virgen española que según la tradición católica, apareció en el cerro del Tepeyac.
Alejandra Gámez Espinosa, Profesora Investigadora del Colegio de Antropología Social de la BUAP, explicó que al ser el Tepeyac el lugar donde entonces se veneraba a Tonantzin, las figuras religiosas mesoamericana y española fueron resimbolizadas y representadas en un sólo ícono, ya que en los procesos de aculturación, generalmente las sociedades deciden tomar aspectos con un fuerte peso histórico y simbólico como un elemento de identificación.
Tonantzin para los mexicas, era la madre de todo lo que existe, de los hombres y lo más importante, parte de la pareja divina que creó al mundo y a todos los seres vivos. Las deidades femeninas tenían una fuerte presencia y un santuario donde se les veneraba.
Cuando los españoles llegaron, se dieron cuenta que había muchos lugares con una fuerte presencia religiosa; en ellos empezaron a trabajar para lograr la evangelización, de tal manera que era fundamental la presencia de una figura religiosa católica en un lugar donde se veneraba a una de las deidades más importantes de Mesoamérica.
Dos tradiciones religiosas en un ícono
La Virgen de Guadalupe se presentó no con las características de la Guadalupana española que es de tez negra y aspecto bizantino, sino morena y con elementos que se relacionan con la cosmovisión mesoamericana, lo que permitió su aceptación entre los pueblos conquistados.
La investigadora de procesos religiosos en comunidades indígenas, señaló que en la Virgen de Guadalupe confluye la presencia de los rayos del sol, astro adorado por los pueblos prehispánicos en la figura de Quetzalcóatl, además de la Luna y estrellas importantes para determinar las actividades calendáricas.
Los colores tenían mucho que ver: el verde se relaciona con la vegetación y el rojo simboliza la vida para las sociedades mesoamericanas.
En la cosmovisión mexica, Tonantzin era la diosa madre de la tierra que protegía y proveía de alimentos a sus hijos; la Virgen de Guadalupe se presenta como la protectora de los indios y ambas empiezan a convivir en un paralelismo que posteriormente se fue uniendo en un culto que ha prevalecido durante 476 años.
Su relación con el ciclo agrícola
En los pueblos mesoamericanos, las deidades femeninas estaban relacionadas con la vida, la fertilidad y la tierra. Una de ellas fue Tonantzin, la diosa madre cuya veneración se hacía en el cerro de Tepeyac durante los meses de sequía, posterior a la cosecha y para agradecer que ya tenían alimento en las casas.
Durante la evangelización los frailes buscaron que Tonantzin tuviera semejanzas con diferentes vírgenes, como la de la Natividad de la Virgen María, el Rosario, la Concepción, la Candelaria y otras.
“Esto se dio fundamentalmente con la Virgen de Guadalupe, que si nos damos cuenta, llegan a la Basílica de Guadalupe, peregrinaciones procedentes de diversos pueblos indígenas y campesinos de diferentes regiones del país a cantarle y danzarle, entre octubre y febrero que son los meses de sequía”, explicó la profesora – investigadora del CAS.
De esta manera agradecen a Tonantzin Guadalupe el alimento para sus hijos y le piden buena cosecha para el próximo año.
Gámez Espinosa consideró que el aspecto religioso en torno al ciclo agrícola ha sido poco estudiado a pesar de su importancia. A lo largo del año mucho tienen que ver las vírgenes marianas que van marcando los distintos periodos como el preparar la tierra, bendecir las semillas, sembrar, regar y cosechar.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Hoy nuestra comunidad de carlos Paz celebra a su patrona Ntra Señora de Guadalupe



ORACIÓN
Oh Purísima Virgen de Guadalupe alcánzame de tu Divino  Hijo el perdón de mis pecados, bendición para mi trabajo, remedio a mis enfermedades y necesidades y todo lo que tu creas conveniente pedir para mi y mi familia.
Oh Santa Madre de Dios! no desprecies las suplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes líbranos de todos los peligros.

Oh Virgen llena de gloria y bendición! Por Cristo Nuestro Señor, Amén.

Un Padre Nuestro, Ave María y Gloria...

domingo, 11 de noviembre de 2012

La verdadera religión: sencillez y verdad



32 Tiempo ordinario (B). Marcos 12, 38-44.

El contraste entre las dos escenas no puede ser más fuerte. En la primera, Jesús pone a la gente en guardia frente a los dirigentes religiosos: “¡Cuidado con los letrados!”, su comportamiento puede hacer mucho daño. En la segunda, llama a sus discípulos para que tomen nota del gesto de una viuda pobre: la gente sencilla les podrá enseñar a vivir el Evangelio.
Es sorprendente el lenguaje duro y certero que emplea Jesús para desenmascarar la falsa religiosidad de los escribas. No puede soportar su vanidad y su afán de ostentación. Buscan vestir de modo especial y ser saludados con reverencia para sobresalir sobre los demás, imponerse y dominar.
La religión les sirve para alimentar fatuidad. Hacen “largos rezos” para impresionar. No crean comunidad, pues se colocan por encima de todos. En el fondo, solo piensan en sí mismos. Viven aprovechándose de las personas débiles a las que deberían servir.
Marcos no recoge las palabras de Jesús para condenar a los escribas que había en el Templo de Jerusalén antes de su destrucción, sino para poner en guardia a las comunidades cristianas para las que escribe. Los dirigentes religiosos han de ser servidores de la comunidad. Nada más. Si lo olvidan, son un peligro para todos. Hay que reaccionar para que no hagan daño.
En la segunda escena, Jesús está sentado enfrente del arca de las ofrendas. Muchos ricos van echando cantidades importantes: son los que sostienen el Templo. De pronto se acerca una mujer. Jesús observa que echa dos moneditas de cobre. Es una viuda pobre, maltratada por la vida, sola y sin recursos. Probablemente vive mendigando junto al Templo.
Conmovido, Jesús llama rápidamente a sus discípulos. No han de olvidar el gesto de esta mujer, pues, aunque está pasando necesidad, “ha echado todo lo que tenía para vivir”. Mientras los letrados viven aprovechándose de la religión, esta mujer se desprende de todo por los demás, confiando totalmente en Dios.
Su gesto nos descubre el corazón de la verdadera religión: confianza grande en Dios, gratuidad sorprendente, generosidad y amor solidario, sencillez y verdad. No conocemos el nombre de esta mujer ni su rostro. Solo sabemos que Jesús vio en ella un modelo para los futuros dirigentes de su Iglesia.
También hoy, tantas mujeres y hombres de fe sencilla y corazón generoso son lo mejor que tenemos en la Iglesia. No escriben libros ni pronuncian sermones, pero son los que mantienen vivo entre nosotros el Evangelio de Jesús. De ellos hemos de aprender los presbíteros y obispos.

domingo, 4 de noviembre de 2012

“Lo importante es Amar"


                              

31 Tiempo ordinario (B). Marcos 12, 28-34.

Un escriba se acerca a Jesús. No viene a tenderle una trampa. Tampoco a discutir con él. Su vida está fundamentada en leyes y normas que le indican cómo comportarse en cada momento. Sin embargo, en su corazón se ha despertado una pregunta: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?” ¿Qué es lo más importante para acertar en la vida?
Jesús entiende muy bien lo que siente aquel hombre. Cuando en la religión se van acumulando normas y preceptos, costumbres y ritos, es fácil vivir dispersos, sin saber exactamente qué es lo fundamental para orientar la vida de manera sana. Algo de esto ocurría en ciertos sectores del judaísmo.
Jesús no le cita los mandamientos de Moisés. Sencillamente, le recuerda la oración que esa misma mañana han pronunciado los dos al salir el sol, siguiendo la costumbre judía: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”.
El escriba está pensando en un Dios que tiene poder de mandar. Jesús le coloca ante un Dios cuya voz hemos de escuchar. Lo importante no es conocer preceptos y cumplirlos. Lo decisivo es detenernos a escuchar a ese Dios que nos habla sin pronunciar palabras humanas.
Cuando escuchamos al verdadero Dios, se despierta en nosotros una atracción hacia el amor. No es propiamente una orden. Es lo que brota en nosotros al abrirnos al Misterio último de la vida: “Amarás”. En esta experiencia, no hay intermediarios religiosos, no hay teólogos ni moralistas. No necesitamos que nadie nos lo diga desde fuera. Sabemos que lo importante es amar.
Este amor a Dios no es un sentimiento ni una emoción. Amar al que es la fuente y el origen de la vida es vivir amando la vida, la creación, las cosas y, sobre todo, a las personas. Jesús habla de amar “con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser”. Sin mediocridad ni cálculos interesados. De manera generosa y confiada.
Jesús añade, todavía, algo que el escriba no ha preguntado. Este amor a Dios es inseparable del amor al prójimo. Sólo se puede amar a Dios amando al hermano. De lo contrario, el amor a Dios es mentira. ¿Cómo vamos a amar al Padre sin amar a sus hijos e hijas?
No siempre cuidamos los cristianos esta síntesis de Jesús. Con frecuencia, tendemos a confundir el amor a Dios con las prácticas religiosas y el fervor, ignorando el amor práctico y solidario a quienes viven excluidos por la sociedad y olvidados por la religión.

 Pero, ¿qué hay de verdad en nuestro amor a Dios si vivimos de espaldas a los que sufren?
José Antonio Pagola

viernes, 2 de noviembre de 2012

EL HECHO GUADALUPANO - Película

La búsqueda del Jesús histórico en los estudios contemporáneos



POR ARUL PAGRASAM
Las recientes publicaciones sobre el Jesús histórico muestran puntos de vista diversos y contrarios no sólo sobre cómo los expertos del N.T. clasifican históricamente a Jesús, sino también sobre cómo se aproximan a Jesús a través de métodos de análisis históricos, antropológicos o sociales. Los investigadores actuales ofrecen siete imágenes distintas del Jesús histórico: Jesús, un judío marginal; un profeta escatológico; un profeta del cambio social; un sabio o la sabiduría de Dios; un ser humano del espíritu; un filósofo cínico itinerante y un campesino judío.
En la primera parte de este artículo, explicaré brevemente los puntos más destacados de cada una de estas siete caracterizaciones. En la segunda parte, defiendo que el Jesús auténtico siempre escapa a una exploración completa de la metodología histórico-crítica de la investigación del N.T. De las siete imágenes, ninguna de ellas ni ningún título capta plenamente la verdad completa del Jesús histórico. Jesús, el Cristo, el último punto de contacto entre Dios y la humanidad, sigue siendo tanto persona histórica como ahistórica.
LAS SIETE IMÁGENES DEL JESÚS HISTÓRICO
1. Jesús: un judío marginal. Para a J.Meier, la familia de Jesús «estaría imbuida de una piedad judía sencilla probablemente extendida entre los campesinos de la baja Galilea». Una característica que hace a Jesús destacable en su ciudad natal es que «Jesús nunca se casó, lo cual lo hace un ser atípico, y por extensión marginal en la sociedad judía convencional». Hacia el año 28, Jesús abandona su vida estable en Nazaret y se dirige a Juan el Bautista: «aceptó su mensaje escatológico y se bautizó, y en este sentido llegó a ser su discípulo». Después de un breve período de preparación, Jesús viaja a través de Galilea, Samaria, la Decápolis, Perea y Judea, predicando el «Reino de Dios», especialmente a los pobres. Esta predicación no era indicativa de ningún movimiento social, sino que afirmaba la venida de Dios para juzgar al mundo y transformarlo. A partir del símbolo del «Reino de Dios», Jesús evoca a su audiencia el drama bíblico del gobierno majestuoso de Dios sobre su creación y su pueblo Israel (…). Esta cualidad dinámica y polivalente del Reino de Dios como «salvación-histórica» fue la que probablemente usó Jesús en su ministerio.
Así, Jesús «proclamó la llegada inminente del Reino de Dios y lo hizo presente por sus milagros. Esta convergencia y configuración de diferentes rasgos del ser humano Jesús (…) le dieron su distinción o unicidad en el judaísmo palestino en el primer siglo de nuestra era».
En resumen, para Meier, el Jesús histórico fue un judío marginal. Esta persona histórica no era significante para la fe cristiana. El objeto próximo y directo de la fe cristiana es Jesús, el Cristo «crucificado, resucitado y presente en su Iglesia». Este Cristo, que está «vivo, resucitado y glorificado en la presencia del Padre», es «accesible a todos los creyentes». El Jesús histórico es necesario para la teología pero Jesús, el Cristo, es significante para la fe.
2. Jesús: el profeta escatológico. Esta posición está representada por E. P. Sanders y M. Casey. Sanders comienza su investigación sobre el Jesús histórico usando las sentencias tradicionales de los Evangelios, no como textos de prueba, sino para aislar los eventos concretos de la vida de Jesús.
El Jesús histórico fue un profeta escatológico. Esto es, Jesús «se consideraba como el último mensajero de Dios antes del establecimiento del Reino». Además, los eventos históricos, como la controversia sobre el templo, indican que Jesús «formaba parte del ambiente general de la restauración escatológico judía y se le identificaba como el fundador de un grupo que se unó a las expectativas de esta teología». En otras palabras, Jesús pensaba que el templo sería destruido y reemplazado, que Jerusalén sería el centro de la era mesiánica, y que él (Jesús) y sus discípulos gobernarían sobre un Israel restaurado. Por el hecho de que Jesús no intentó apoderarse del control de la situación política ni conspirar para derrocar a los sumos sacerdotes, podemos concluir -dice Sanders-, que la misión y el mensaje de Jesús respecto al Reino de Dios deben haber sido apolíticos.
3. Jesús: un profeta del cambio social. Esta posición está representada por R. Horsely y G Theissen. En oposición a Sanders y Casey. Horseley sitúa a Jesús más en un contexto «social» que en un escenario «religioso» del primer siglo de Palestina. La «cuestión» para los contemporáneos de Jesús «fue aparentemente más un tema de fenómenos concretos sociohistóricos que de ideas teológicas o esperanzas escatológicas». Por tanto, el contexto para la misión de Jesús fue la opresión colonial de los judíos por los romanos. Jesús se opuso al dominio de Roma y a la colaboración de la aristocracia sacerdotal con Roma. En esta situación colonial de lucha de clases y conflictos, Jesús, fiel a la tradición profética del Antiguo Testamento, tomó parte por el pobre y acuso a la clase gobernante. Sin embargo, Horsely indica claramente que Jesús no estaba interesado en organizar una revolución «política» sino una «revolución social».
Siguiendo a Horsely, D. Kaylor, sostiene que Jesús fue un reformador social que trabajó por una sociedad de justicia y paz. Sin embargo, según Taylor, Jesús fue un profeta político que «predicó y enseñó un mensaje que era totalmente político, un mensaje que demandaba una revolución política y social». Tal predicación fue comprendida por el poder gobernante como subversiva. Por ello fue Jesús ejecutado.
G. Theissen también ve a Jesús como un reformador social. Afirma que los primeros movimientos reformadores judíos como los zelotas o los fariseos estaban implicados ya sea con la «intensificación», ya con la «relajación» de ciertas normas y leyes como «reacción a la tendencia a la asimilación, producida por una cultura ajena y superior», la cultura de Roma. Durante este período Jesús inició su ministerio público y organizó un movimiento. Este movimiento de Jesús no aconsejaba la revuelta contra Roma o la resistencia armada. Era «el partido de la paz entre los movimientos renovadores del judaísmo». Este partido pacífico pedía una intensificación de las leyes que pertenecen a la esfera social y una relajación de las religiosas. Así, la imagen de Jesús, según Theissen, aunque implicada con el cambio social, no fue suficientemente radical.
4. Jesús: un sabio -la sabiduría de Dios-. Esta posición está representada por E. Fiorenza y B. Witherington. Fiorenza también ve a Jesús y a sus seguidores como «un movimiento renovador interno del judaísmo». El movimiento de Jesús era intrínsecamente sociopolítico al desafiar el sistema social judío de pureza y santidad. Jesús subvertía las estructuras dominantes de su tiempo con una visión diferente «un discipulado de iguales»- y desafiaba claramente la preocupación social por la pureza y el patriarcado. Pero Jesús puede llamarse profeta de sabiduría, o mejor, portavoz de la Sofía divina. Así le comprendieron los primeros seguidores, «como mensajero de la Sofía o como la Sofía misma», y así probablemente se comprendió a sí mismo. Fiorenza escribe: «el primer nivel de reflexión teológica, en el que se puede recurrir al Jesús histórico, pero que es apenas localizable, comprende a Jesús como mensajero y profeta de la Sofía». El segundo nivel «identifica a Jesús con la Sabiduría divina. Aunque Jesús no es llamado Sofía recibe títulos cristológicos masculinos como kyrios y soter que también fueron títulos de Isis-Sofía, (…). La primera reflexión cristiana sofialógica también conoce una fase de transición en la que se concedieron a Jesús atributos de Sofía».
Para comprender al Jesús histórico, B. Witherington propone «una aproximación sapiencial» a Jesús y a su ministerio. El modo como Jesús llama a Dios Padre, el cual no es característico del A.T, se explica porque donde encontramos un lenguaje parecido es en la literatura sapiencial (véase Sir 23, 1.4; 51, 10; y 14.3). «El uso de Jesús del lenguaje del Reino de Dios en unión con la Sabiduría hablada y el modo como mira a las cosas se encuentra», casi exclusivamente en los contextos de la Sabiduría de Salomón 10,10. El modo como Jesús practica exorcismos podría «fácilmente haber influenciado a su visión de sí mismo, y a que fuera visto, como el sucesor de Salomón o incluso más grande que él». Durante el primer siglo de nuestra era, se veía a Salomón como un exorcista, y su «sabiduría» se entendía como la clave para los exorcismos del presente. Witherington va todavía más allá y afirma que el que Jesús se describiese a sí mismo con «imaginería femenina tal, como la encontramos en el lamento sobre Jerusalén» en Mt 23,37-39 y Lc 13,34-35 puede explicarse solamente si Jesús se veía a sí mismo como el sabio de la «Sabiduría», a partir del modo como ésta se representa en los textos cruciales de Pr 8-9 y Sb 8-9.
5. Jesús: un ser humano del Espíritu. El representante de este grupo es M. Borg que ofrece una imagen del Jesús histórico en cuatro rasgos: como persona del espíritu, maestro de sabiduría, profeta social y fundador de un movimiento.
El hecho más crucial del Jesús histórico es que fue una «persona del Espíritu», un «mediador de lo Sagrado», y «una de aquellas personas que hacen del Espíritu una realidad experiencial en la historia humana». Por Espíritu, Borg entiende lo Sagrado: «la realidad o la presencia inmaterial» que las tradiciones religiosas han denominado de muy variada forma. Las personas del Espíritu son las que han vivido y frecuentado experiencias subjetivas de lo trascendente a otro nivel o dimensión.
Jesús fue una persona del Espíritu como se expresa en el discurso inaugura de Lc 4,18: «El Espíritu del Señor está sobre mí». Jesús tenía una profunda y continua relación con el Espíritu de Dios, por lo que podía llamar al Espíritu Abba, Padre. Debido a esta experiencia espiritual personal, Jesús habla con autoridad lo cual sugiere que «Jesús se percibía a sí mismo hablando “por boca del Espíritu” y no simplemente aludiendo a una tradición». En resumen, Jesús era «una de aquellas figuras de la historia humana con una conciencia experiencial de la realidad de Dios». Jesús, «persona del Espíritu» fue también un maestro de sabiduría. Usaba regularmente las formas clásicas de ésta para enseñar una sabiduría subversiva y alternativa. Jesús también fue un profeta social, similar a los profetas clásicos del antiguo Israel, un fundador de un movimiento que promovió una renovación judía «que desafiaba y destrozaba las fronteras sociales de su tiempo, un movimiento que accidentalmente se convirtió en la primera Iglesia cristiana».
Dos rasgos negativos son: «que la autocomprensión y el mensaje del Jesús prepascual no eran posiblemente mesiánicos» y que «con toda probabilidad el Jesús prepascual no era escatológico», esto es, que Jesús no esperaba la «llegada sobrenatural del Reino de Dios como un evento del fin del mundo en su propia generación».
6. Jesús: un filósofo cínico itinerante. La multiplicidad de formas de recuerdo en los Evangelios sugieren, según B. Mack, que hubo muchas imágenes del Jesús terrenal. Estas «variadas tradiciones de la memoria no pueden fusionarse en una imagen simple y coherente», por lo que todas ellas no pueden ser igualmente primarias y verdaderas. Sin embargo, como el nivel más antiguo de la tradición de Jesús es el sapiencial, prefiere llamar al Jesús histórico un maestro cínico, «más helenista que judío en una Galilea totalmente helenizada». La «analogía cínica sitúa al Jesús histórico lejos del ambiente sectario específicamente judío y lo aproxima al ethos helenístico que dominaba en Galilea».
Aunque judío por nacimiento y educación, Jesús no estaba implicado en las cuestiones del mundo social judío. No tenía una misión en relación con el judaísmo: ni lo criticaba ni pretendía renovarlo. No llamaba a las gentes a la comunidad; su mensaje era para individuos. «El Reino del que Jesús hablaba estaba más próximo al “reino del cínico” que a cualquier noción específicamente judía del “Reino de Dios”». Así, Mack se distancia de muchos otros especialistas contemporáneos del N.T: separa a Jesús de su mundo judío.
7. Jesús: un campesino judío. Esta posición está representada por J.D. Crossan, para el que Jesús era un «campesino cínico judío». A diferencia de Mack, que argumenta que el cinismo de Jesús era más helenístico que judío en una Galilea completamente helenizada, Crossan presenta a Jesús como un judío cínico que envía a sus discípulos a predicar la buena nueva de ciudad en ciudad, sin comida ni zurrón y mendigando en las casas en que se alojaban (Mt 1 0; Mc 6; Lc 9).
Sin embargo, hay diferencias entre Jesús y los filósofos cínicos. «Jesús es rural, ellos -los filósofos cínicos- son urbanos; él organiza un movimiento comunitario, ellos siguen una filosofía individual y su simbolismo exige bastón y alforja mientras que el de Jesús no».
Este campesino cínico, el Jesús histórico, tenía una única visión social que se encarnaba en sus dos actividades más características: «lo mágico y la comida». Crossan prefiere el término «mágico» o mago cuando se refiere a curaciones y milagros de Jesús, pues un mago es un sanador que actúa fuera del reconocimiento de la autoridad religiosa, y por tanto, fuera del sistema, y Jesús hacía sus curaciones o su magia fuera del sistema religioso. Afirma que las curaciones de Jesús difícilmente eran recuperaciones físicas, sino más bien una resocialización de los excluidos de la comunidad. «La intención de los milagros y las parábolas, las curaciones y las comidas, era integrar a los individuos sin mediar contacto físico ni espiritual con otros». Jesús practicaba la «comensalía abierta» -comer con todo tipo de personas sin hacer distinciones sociales (véase Lc 14,15-24)-. La «estrategia de Jesús era la combinación de la curación gratuita y de la comida en común, un igualitarismo religioso y económico que anulaba por igual a la vez las normas jerárquicas y patronales de la religión judía y del poder romano».
¿QUIÉN ES EL AUTÉNTICO JESÚS?
Estas siete imágenes del Jesús histórico pueden ser aceptables en el sentido limitado de que son múltiples facetas de la personalidad y seguramente de la persona histórica de Jesús. A la vez, estas imágenes son extremadamente incompletas y desesperadamente deficientes.
Entre los autores tratados, Mack, Crossan, Borg y Horsely rechazan los Evangelios canónicos como una fuente fidedigna del Jesús histórico. Para ellos los Evangelios del N.T. deberían competir con los evangelios apócrifos. Parece que estos autores buscan hallar la creencia cristiana en Jesús en una distorsión del Jesús auténtico, y al cristianismo en una distorsión del movimiento de Jesús. Imaginan a Jesús en términos de crítica social o cultural más que espiritual o de realidades religiosas. Diríase que esbozar la ambientación de la vida de Galilea capacitaría para reimaginar y reconstruir la persona histórica de Jesús de Nazaret.
Como J. Meier observa, incluso si se pudiera reconstruir un «Jesús histórico» éste no debe ser ingenuamente identificado con la realidad total de Jesús de Nazaret. En contraste con el «Jesús auténtico», el «Jesús histórico» es aquél que podemos recuperar usando las herramientas científicas de la moderna investigación histórica. El Jesús histórico es así una elaboración científica, una abstracción teórica de los investigadores modernos que sólo coincide parcialmente con el Jesús de Nazaret auténtico, el judío que realmente vivió y trabajó en la Palestina del primer siglo de nuestra era.
J. Meier concluye que si el «Jesús histórico» no es el «Jesús auténtico», tampoco es el «Jesús teológico» investigado por los teólogos según sus propios métodos y criterios. Es cierto que !os datos del N.T no nos pueden ayudar a construir un relato completo de la vida y muerte de Jesús. También es verdad que si no se puede construir el Jesús histórico, es muy difícil, probablemente imposible, construir el auténtico Jesús.
Sin embargo, las caracterizaciones nos dejan un Jesús que no explica suficientemente su crucifixión, su resurrección y el seguimiento que tiene, incluso hoy Jesús puede ser llamado un sabio. Puede ser reimaginado como un filósofo cínico, pero es más que eso. La fe cristiana afirma que es la encarnación de la segunda persona de la Santísima Trinidad. El, para nosotros, es Dios: Emmanuel, o sea, Dios con nosotros. La encarnación de Dios en Jesús de Nazaret no es algo que pueda mostrarse utilizando simplemente las herramientas de la crítica histórica.
La metodología histórico-crítica tiene un vocabulario limitado: sólo es capaz de describir ciertas cosas y ciertos aspectos de las mismas, y la divinidad no es una de ellas. La divinidad de Jesús, tal como ha sido comprendida en la tradición cristiana, ni es un aspecto de una cosa ni es la cosa misma; no es una de las características de Jesús, no es un hecho sobre él: es él mismo.
Hoy, se debería estar atento, pues mientras se interpreta a Jesús se ha de tener cuidado de hablar no sólo de Jesús, el ser humano de Nazaret, o hablar de Cristo como se le encuentra en el kerigma de la Iglesia. Es más, ambos se deberían combinar «a la luz del movimiento que se inició en el nombre de Jesús en el siglo primero». Como N. Lash señala este «hablar de Jesucristo no es sólo hablar de un ser humano que vivió y murió, sino también de un futuro que todavía está por venir, pero que en algún sentido está ya aquí -una posibilidad permanente-. Además, se ha de permanecer fiel al depósito de la tradición auténtica y autorizada sobre Cristo, como nos ha llegado desde los apóstoles en la primera generación cristiana. Si Jesucristo fue adorado y proclamado como la segunda persona de la Santísima Trinidad en los orígenes del cristianismo, entonces estará en el nacimiento del tercer, cuarto y quinto milenio, y al final del mundo. Con el autor de Hebreos (13,8), los cristianos creen que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Tomando prestada una frase de San Agustín, Jesús y su mensaje permanecerán «una belleza siempre antigua y siempre nueva».
Publicación original: “The Quest for the Historical Jesus in Contemporary Scholarship”, Vidyajyoti 62 (1998) 251-269.
Publicación resumida (la que aquí seguimos): Selecciones de Teología 154 (junio 2000) 109-115. Traducida y condensada por Eugenia Molinero.
FUENTE: servicioskoinonia.org

domingo, 21 de octubre de 2012

Es hora de confiar en Dios

 

Domingo 29 del Tiempo Ordinario Mc 10, 35-45

“El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.

Angel Moreno de Buenafuente
¡Extrañas paradojas las que hoy nos propone la Palabra! De natural no nos nace servir para ser importante, más bien creemos que se nos debe servir, tener en cuenta y que se nos agasaje, por creernos importantes.
La contemplación de la vida de Cristo no se debe quedar en admirar lo que Él hizo por nosotros. Su modo de actuar es revelador de plenitud, y quien fascinado por el ejemplo de Jesús entrega su vida, la gana.
La mirada al momento en el que acontece la Redención del mundo, cuando Jesús hace el gesto supremo de su entrega en manos de su Padre y derrama su Espíritu, se convierte en trono de gracia, por ser el mayor gesto de amor.
En este tiempo recio, según nos recordaba la fiesta de Santa Teresa la semana pasada, es la hora de los que se fían de Dios y son capaces de entregar sus vidas por los demás, con el trabajado de sus manos, con la ayuda de sus bienes, y su modo de actuar humilde y servicial.
Nos sobra prepotencia, vanidad, violencia, afán de poder y de prestigio, ganas de poseer y de dominar. El mensaje de la liturgia de la Palabra nos deja una clave providente, y los que se fían de Dios saben que es verdad: “Lo que Dios quiere prospera de su mano”. Es otro de los secretos del Evangelio; no solo el de arriesgar la vida por servicio a los demás y quedar en ello remecidos de alegría, sino que si nosotros nos ocupamos de las cosas de Dios y de prolongar su acción compasiva, Él se encarga de las nuestras. ¡Tengamos la sagacidad del Evangelio!

domingo, 7 de octubre de 2012

Evangelio de hoy: Jesus contra el machismo


Tiempo ordinario (B). Marcos 10,1-12
Los fariseos plantean a Jesús una pregunta para ponerlo a prueba. Esta vez no es una cuestión sin importancia, sino un hecho que hace sufrir mucho a las mujeres de Galilea y es motivo de vivas discusiones entre los seguidores de diversas escuelas rabínicas: “¿Le es lícito al varón divorciarse de su mujer?”.
No se trata del divorcio moderno que conocemos hoy, sino de la situación en que vivía la mujer judía dentro del matrimonio, controlado por el varón. Según la ley de Moisés, el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa. La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo.
La respuesta de Jesús sorprende a todos. No entra en las discusiones de los rabinos. Invita a descubrir el proyecto original de Dios, que está por encima de leyes y normas. Esta ley “machista”, en concreto, se ha impuesto en el pueblo judío por la “dureza de corazón” de los varones que controlan a las mujeres y las someten a su voluntad.
Jesús ahonda en el misterio original del ser humano. Dios “los ha creado varón y mujer”. Los dos han sido creados en igualdad. Dios no ha creado al varón con poder sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al varón. Entre varones y mujeres no ha de haber dominación por parte de nadie.
Desde esta estructura original del ser humano, Jesús ofrece una visión del matrimonio que va más allá de todo lo establecido por la “dureza de corazón” de los varones. Mujeres y varones se unirán para “ser una sola carne” e iniciar una vida compartida en la mutua entrega sin imposición ni sumisión.
Este proyecto matrimonial es para Jesús la suprema expresión del amor humano. El varón no tiene derecho alguno a controlar a la mujer como si fuera su dueño. La mujer no ha de aceptar vivir sometida al varón. Es Dios mismo quien los atrae a vivir unidos por un amor libre y gratuito. Jesús concluye de manera rotunda: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el varón”.
Con esta posición, Jesús esta destruyendo de raíz el fundamento del patriarcado bajo todas sus formas de control, sometimiento e imposición del varón sobre la mujer. No solo en el matrimonio sino en cualquier institución civil o religiosa.
Hemos de escuchar el mensaje de Jesús. No es posible abrir caminos al reino de Dios y su justicia sin luchar activamente contra el patriarcado. ¿Cuándo reaccionaremos en la Iglesia con energía evangélica contra tanto abuso, violencia y agresión del varón sobre la mujer? ¿Cuándo defenderemos a la mujer de la “dureza de corazón” de los varones?
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS

domingo, 30 de septiembre de 2012

Evangelio de este domingo: Tolerancia y radicalidad



26 Tiempo ordinario (B) Marcos 9, 38-43.45.47-48
La escena es sorprendente. Los discípulos se acercan a Jesús con un problema. Esta vez, el portador del grupo no es Pedro, sino Juan, uno de los dos hermanos que andan buscando los primeros puestos. Ahora pretende que el grupo de discípulos tenga la exclusiva de Jesús y el monopolio de su acción liberadora.
Vienen preocupados. Un exorcista, no integrado en el grupo, está echando demonios en nombre de Jesús. Los discípulos no se alegran de que la gente quede curada y pueda iniciar una vida más humana. Solo piensan en el prestigio de su propio grupo. Por eso, han tratado de cortar de raíz su actuación. Esta es su única razón: “no es de los nuestros”.
Los discípulos dan por supuesto que, para actuar en nombre de Jesús y con su fuerza curadora, es necesario ser miembro de su grupo. Nadie puede apelar a Jesús y trabajar por un mundo más humano, sin formar parte de la Iglesia. ¿Es realmente así? ¿Qué piensa Jesús?
Sus primeras palabras son rotundas: “No se lo impidáis”. El Nombre de Jesús y su fuerza humanizadora son más importantes que el pequeño grupo de sus discípulos. Es bueno que la salvación que trae Jesús se extienda más allá de la Iglesia establecida y ayude a las gentes a vivir de manera más humana. Nadie ha de verla como una competencia desleal.
Jesús rompe toda tentación sectaria en sus seguidores. No ha constituido su grupo para controlar su salvación mesiánica. No es rabino de una escuela cerrada sino Profeta de una salvación abierta a todos. Su Iglesia ha de apoyar su Nombre allí donde es invocado para hacer el bien.
No quiere Jesús que entre sus seguidores se hable de los que son nuestros y de los que no lo son, los de dentro y los de fuera, los que pueden actuar en su nombre y los que no pueden hacerlo. Su modo de ver las cosas es diferente: “El que no está contra nosotros está a favor nuestro”.
En la sociedad moderna hay muchos hombres y mujeres que trabajan por un mundo más justo y humano sin pertenecer a la Iglesia. Algunos ni son creyentes, pero están abriendo caminos al reino de Dios y su justicia. Son de los nuestros. Hemos de alegrarnos en vez de mirarlos con resentimiento. Los hemos de apoyar en vez de descalificar.
Es un error vivir en la Iglesia viendo en todas partes hostilidad y maldad, creyendo ingenuamente que solo nosotros somos portadores del Espíritu de Jesús. El no nos aprobaría. Nos invitaría a colaborar con alegría con todos los que viven de manera evangélica y se preocupan de los más pobres y necesitados.
José Antonio Pagola

domingo, 23 de septiembre de 2012

Evangelio de hoy : " Para encontrarse con Jesus hay que hacerlo con los pequeños, indefensos, pobres y desvalidos"





25 Tiempo ordinario (B). Marcos 9, 30-37.
Camino de Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos sobre el final que le espera. Insiste una vez más en que será entregado a los hombres y estos lo matarán, pero Dios lo resucitará. Marcos dice que “no le entendieron y les daba miedo preguntarle”. En estas palabras se adivina la pobreza de los cristianos de todos los tiempos. No entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en su mensaje.
Al llegar a Cafarnaún, Jesús les pregunta: “¿De qué discutíais por el camino?”. Los discípulos se callan. Están avergonzados. Marcos nos dice que, por el camino, habían discutido quién era el más importante. Ciertamente, es vergonzoso ver al Crucificado acompañado de cerca por un grupo de discípulos llenos de estúpidas ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús?
Una vez en casa, Jesús se dispone a darles una enseñanza. La necesitan. Estas son sus primeras palabras: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. En el grupo que sigue a Jesús, el que quiera sobresalir y ser más que los demás, se ha de poner el último, detrás de todos; así podrá ver qué es lo que necesitan y podrá ser servidor de todos.
La verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, el primero no es el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas sino esas personas sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino. No lo hemos de olvidar.
Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los demás. Una comunidad donde estamos atentos a quien nos puede necesitar. No es sueño de Jesús. Para él es tan importante que les va a poner un ejemplo gráfico.
Antes que nada, acerca un niño y lo pone en medio de todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y desvalidas, los necesitados de apoyo, defensa y acogida. No han de estar fuera, junto a la puerta. Han de ocupar el centro de nuestra atención.
Luego, Jesús abraza al niño. Quiere que los discípulos lo recuerden siempre así. Identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: “El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí…acoge al que me ha enviado”.
La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y desvalidos. ¿Por qué lo olvidamos tanto?
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Difunde la enseñanza de Jesús. Pásalo

domingo, 9 de septiembre de 2012

“Curar la sordera”


Tiempo ordinario (B) Marcos 7,31-37
La curación de un sordomudo en la región pagana de Sidón está narrada por Marcos con una intención claramente pedagógica. Es un enfermo muy especial. Ni oye ni habla. Vive encerrado en sí mismo, sin comunicarse con nadie. No se entera de que Jesús está pasando cerca de él. Son otros los que lo llevan hasta el Profeta.
También la actuación de Jesús es especial. No impone sus manos sobre él como le han pedido, sino que lo toma aparte y lo lleva a un lugar retirado de la gente. Allí trabaja intensamente, primero sus oídos y luego su lengua. Quiere que el enfermo sienta su contacto curador. Solo un encuentro profundo con Jesús podrá curarlo de una sordera tan tenaz.
Al parecer, no es suficiente todo aquel esfuerzo. La sordera se resiste. Entonces Jesús acude al Padre, fuente de toda salvación: mirando al cielo, suspira y grita al enfermo una sola palabra: “Effetá”, es decir, “Abrete”. Esta es la única palabra que pronuncia Jesús en todo el relato. No está dirigida a los oídos del sordo sino a su corazón.
Sin duda, Marcos quiere que esta palabra de Jesús resuene con fuerza en las comunidades cristianas que leerán su relato. Conoce a más de uno que vive sordo a la Palabra de Dios. Cristianos que no se abren a la Buena Noticia de Jesús ni hablan a nadie de su fe. Comunidades sordomudas que escuchan poco el Evangelio y lo comunican mal.
Tal vez uno de los pecados más graves de los cristianos es esta sordera. No nos detenemos a escuchar el Evangelio de Jesús. No vivimos con el corazón abierto para acoger sus palabras. Por eso, no sabemos escuchar con paciencia y compasión a tantos que sufren sin recibir apenas el cariño ni la atención de nadie.
A veces se diría que la Iglesia, nacida de Jesús para anunciar la Buena Noticia de Jesús, va haciendo su propio camino, lejos de la vida concreta de preocupaciones, miedos, trabajos y esperanzas de la gente. Si no escuchamos bien las llamadas de Jesús, no pondremos palabras de esperanza en la vida de los que sufren.
Hay algo paradójico en algunos discursos de la Iglesia. Se dicen grandes verdades y se proclaman mensajes muy positivos, pero no tocan el corazón de las personas. Algo de esto está sucediendo en estos tiempos de crisis. La sociedad no está esperando “doctrina social” de los especialistas, pero escucha con atención una palabra clarividente, inspirada en el Evangelio y pronunciada por una Iglesia sensible al sufrimiento de las víctimas, que sale instintivamente en su defensa invitando a todos a estar cerca de quienes más ayuda necesitan para vivir con dignidad.
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Haz que se escuche la Palabra de Jesús.

domingo, 26 de agosto de 2012

EVANGELIO DE HOY: “La pregunta decisiva”.

 

                26 de agosto de 2012

             21 Tiempo ordinario (B)

Juan 6,60-69

El evangelio de Juan ha conservado el recuerdo de una fuerte crisis entre los seguidores de Jesús. No tenemos apenas datos. Solo se nos dice que a los discípulos les resulta duro su modo de hablar. Probablemente les parece excesiva la adhesión que reclama de ellos. En un determinado momento, “muchos discípulos suyos se echaron atrás”. Ya no caminaban con él.
Por primera vez experimenta Jesús que sus palabras no tienen la fuerza deseada. Sin embargo, no las retira sino que se reafirma más: “Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen”. Sus palabras parecen duras pero transmiten vida, hacen vivir pues contienen Espíritu de Dios.
Jesús no pierde la paz. No le inquieta el fracaso. Dirigiéndose a los Doce les hace la pregunta decisiva: “¿También vosotros queréis marcharos?”. No los quiere retener por la fuerza. Les deja la libertad de decidir. Sus discípulos no han de ser siervos sino amigos. Si quieren puede volver a sus casas.
Una vez más Pedro responde en nombre de todos. Su respuesta es ejemplar. Sincera, humilde, sensata, propia de un discípulo que conoce a Jesús lo suficiente como para no abandonarlo. Su actitud puede todavía hoy ayudar a quienes con fe vacilante se plantean prescindir de toda fe.
“Señor, ¿a quién vamos a acudir?”. No tiene sentido abandonar a Jesús de cualquier manera, sin haber encontrado un maestro mejor y más convincente: Si no siguen a Jesús se quedarán sin saber a quién seguir. No se han de precipitar. No es bueno quedarse sin luz ni guía en la vida.
Pedro es realista. ¿Es bueno abandonar a Jesús sin haber encontrado una esperanza más convincente y atractiva? ¿Basta sustituirlo por un estilo de vida rebajada, sin apenas metas ni horizonte? ¿Es mejor vivir sin preguntas, planteamientos ni búsqueda de ninguna clase?
Hay algo que Pedro no olvida: “Tú tienes palabras de vida eterna”. Siente que las palabras de Jesús no son palabras vacías ni engañosas. Junto a él han descubierto la vida de otra manera. Su mensaje les ha abierto a la vida eterna. ¿Con qué podrían sustituir el Evangelio de Jesús? ¿Dónde podrán encontrar una Noticia mejor de Dios?
Pedro recuerda, por último, la experiencia fundamental. Al convivir con Jesús han descubierto que viene del misterio de Dios. Desde lejos, a distancia, desde la indiferencia o el desinterés no se puede reconocer el misterio que se encierra en Jesús. Los Doce lo han tratado de cerca. Por eso pueden decir: “Nosotros creemos y sabemos”. Seguirán junto a Jesús.
José Antonio Pagola

domingo, 12 de agosto de 2012

DOMINGO 12 de Agosto XIX del TIEMPO ORDINARIO


Leído en Koinonia:
1 Re 19,4-8: Con la fuerza de aquel alimento, caminó hasta el monte de Dios
Salmo responsorial 33: ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Ef 4,30–5,2: Sigan el camino del amor, a ejemplo de Cristo
Jn 6,41-51: Yo soy el pan de la vida, bajado del cielo
La narración del primer libro de los Reyes está sumamente cuidada y llena de detalles que hacen de esta simple huida algo más profundo y simbólico. Para empezar, las alusiones al desierto, a los padres, a los cuarenta días y cuarenta noches de camino, al alimento, al monte de Dios, son demasiado claras y numerosas como para no reconocer en el camino de Elías el camino inverso al que realizó Israel en el éxodo. No se trata sólo de una huida; también hay una búsqueda de las raíces que terminará en un encuentro con Dios. También los grandes héroes como Elías y Moisés (cf. Num 11,15) han sentido nuestra debilidad. Elías, desanimado del resultado de su ministerio huye porque «no es mejor que sus padres» en el trabajar por el reino de Dios y es mejor reunirse con ellos en la tumba (v.4). Cuando el hombre reconoce su debilidad, entonces interviene la fuerza de Dios (2Cor 12,5.9). Con el pan y el agua, símbolos del antiguo éxodo, Elías realiza su propio éxodo (símbolo de los cuarenta días, v.8) y llega al encuentro con Dios. Tal como está narrado este episodio de Elías nos habla del camino, de los empeños, de las tareas demasiado grandes para hacerlas con las propias fuerzas y de la necesidad de caminar apoyados en las fuerzas del alimento que nos mantiene.
La segunda lectura es la continuación de esta exhortación apostólica que desciende a detalles hablando de aquello que el cristiano debe evitar (aspecto negativo) o debe hacer (aspecto positivo). Así, el cristiano puede trabajar en la edificación de la iglesia y no entristecer al Espíritu rompiendo la unidad (4,25-32a; 4,3). Este modo de vivir encuentra su fundamento en aquello que Cristo ha realizado o el Padre ha cumplido por Cristo. Vivir de manera cristiana y vivir en el amor como Cristo y el Padre (cf. Mt 5,48). Como el Padre perdona, así debe hacer el cristiano (v. 32b); Mt 6,12.14-15). Como Cristo ama y se dona en sacrificio, así hace el cristiano. La unidad es fruto del sacrificio personal. El tema de la imitación de Dios, consecuencia y expresión de ser hijos suyos, revela la referencia evangélica de esta exhortación de Efesios (cf. Mt 4,43-48). El Espíritu es el elemento determinante del comportamiento cristiano. En línea con otros pasajes paulinos sobre el Espíritu, en éste su recepción se vincula (indirectamente) al bautismo y se le considera como sello/marca que identificará en la parusía a cuantos pertenecen a Cristo.
El evangelio de Juan que hoy leemos comienza con el escándalo que se produce en los judíos porque Jesús se equipara al pan; pero más aun porque dice que ha “bajado del cielo”. Para ellos esto no tiene explicación, puesto que conocen a Jesús desde su infancia y saben quiénes son sus padres. Para ellos su vecino Jesús, visto en su sola dimensión humana, no guarda relación alguna con las promesas del Padre y con su proyecto de justicia revelado desde antiguo.
Juan utiliza esta figura del escándalo y del no poder ver más allá de la dimensión humana de Jesús, para dar a conocer la dimensión que encierra la persona y la obra del Maestro. En primer lugar, la adhesión a Jesús es obra también de Dios; es él mismo quien suscita la fe del creyente y lo atrae a través de su hijo.
Conocer a Jesús es apenas un primer paso en el cual se encuentran sus paisanos; pero adherir la propia fe a él es el siguiente paso, que exige un despojarse totalmente para poder encontrar en él el camino que conduce al Padre. Sólo este segundo momento permite descubrir que Dios se está revelando en Jesús tal cual es; esto es, un Dios íntimamente comprometido con la vida del ser humano y su quehacer.
Jesús propone asumir el paso de la vida humana con un total compromiso. El alimento, que es indispensable para vivir, es utilizado como metáfora para hacer ver que más allá de la dimensión humana de cada persona hay otra dimensión que requiere también ser alimentada. El ser humano, llamado a trascenderse a sí mismo, tiene que esforzarse también continuamente para que su ciclo de vida no se quede sólo en lo material.
Así pues, el conocimiento y aceptación de la propuesta de Jesús alimenta esa dimensión trascendente del ser humano, que es la entrega total y absoluta a la voluntad del Padre; y la voluntad del Padre no es otra que la búsqueda y realización de la Utopía de la Justicia en el mundo en todos los ámbitos (Reinado de Dios), para que haya «vida abundante para todos» (Jn 10,10).
Para la revisión de vida
¿Busco a Dios? ¿Vivo hambriento de sabiduría? ¿O me entretengo con alimentos que no sacian?
¿Comulgo con la esperanza cierta de que Dios quiere que todas sus criaturas tengan vida y vida en abundancia? ¿Enseño a otros esta gran noticia?
Para la oración de los fieles
- Por la Iglesia, para que la celebración eucarística aumente la comunión entre los cristianos
-Por la familia cristiana: para que reconstruyan alrededor de la mesa de la comida terrena, el amor y la comunión que proclama la Iglesia alrededor de la mesa de la Eucaristía.
-Por los que participamos en esta Eucaristía: para que sepamos compartir en la vida diaria esta palabra que el Señor hoy nos ha dirigido.
Oración comunitaria
Oh Dios, Padre nuestro, Madre nuestra: te pedimos que nos comprometas a hacer crecer «el pan de vida» en todo el mundo, para que la Humanidad sea feliz y refleje tu felicidad y tu Amor. Nosotros te lo pedimos animados por Jesús, tu Hijo, nuestro Hermano.
Oh «Dios de todos los nombres», que siempre has alimentado a todos tus hijos e hijas con el pan de tu revelación y tu asistencia a todos los pueblos; te rogamos que nunca falte a la Humanidad la acción de tu Espíritu en todos los rincones del mundo, para que en todas las lenguas y bajo todos los nombres podamos sentirnos unidos a Ti y movidos por tu amor. Tú que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos.

viernes, 10 de agosto de 2012

Historia de las Apariciones Cuarta Entrega


Al llegar al palacio del obispo, salieron a su encuentro el mayordomo y otros criados del prelado. Les rogó que le dijeran que deseaba verle, pero ninguno de ellos quiso, haciendo como que no le oían, sea porque era muy temprano, sea porque ya le conocían, que sólo los molestaba, porque les era inoportuno; y, además, ya les habían informado sus compañeros, que le perdieron de vista, cuando habían ido en su seguimiento. Largo rato estuvo esperando. Ya que vieron que hacía mucho que estaba allí, de pie, cabizbajo, sin hacer nada, por si acaso era llamado; y que al parecer portaba algo en su regazo, se acercaron a él para ver que traía y satisfacerse.
Viendo Juan Diego que no les podía ocultar lo que traía y que por eso le habían de molestar, empujar o aporrear, descubrió un poco que eran flores, y al ver que todas eran diferentes rosas de Castilla, y que no era el tiempo en que se daban, se asombraron muchísimo de ello, lo mismo de que estuvieran muy frescas, tan abiertas, tan fragantes y tan preciosas. Quisieron coger y sacarle algunas; pero no tuvieron suerte las tres veces que se atrevieron a tomarlas; no tuvieron suerte, porque cuando iban a cogerlas, ya no veían verdaderas flores, sino que les parecían pintadas o labradas o cosidas en la manta.
Fueron luego a decir al obispo lo que habían visto y que pretendía verle el indito que tantas veces había venido; el cual hacía mucho que por eso aguardaba, queriéndole verle. Cayó, al oírlo el señor obispo, en la cuenta de que ello era la prueba, para que se certificara y cumpliera lo que solicitaba el indito. En seguida mandó que entrara a verle. 
Luego que entró, se humilló delante de él, así como antes lo hiciera, y contó de nuevo todo lo que había visto y admirado, y también su mensaje. Dijo:
- “Señor, hice lo que me ordenaste, que fuera a decir a mi Ama, la Señora del Cielo, Santa María, preciosa Madre de Dios, que pedías una señal para poder creerme que le has de hacer el templo donde ella pide que lo erijas; además yo le dije que yo te había dado mi palabra de traerte una señal y prueba, que me encargaste, de su voluntad. Hoy muy temprano me mandó que otra vez viniera a verte; le pedí la señal para que me creyeras, según me había dicho que me la daría; y al punto cumplió: me despachó a la cumbre del cerrillo, donde antes yo la viera, a que fuese a cortar varias rosas de Castilla. Después me fui a cortarlas, las traje abajo; las cogió con su mano y de nuevo las echó en mi regazo, para que te las trajera y a ti en persona te las diera. Aunque yo sabía bien que la cumbre del cerrillo no es lugar en que se den flores, porque sólo hay muchos riscos, abrojos, espinas, nopales y mezquites, no por eso dudé; cuando fui llegando a la cumbre del cerrillo miré que estaba en el paraíso, donde había juntas todas las varias y exquisitas rosas de Castilla, brillantes de rocío que luego fui a cortar.
- Ella me dijo por qué te las había de entregar; y así lo hago, para que en ellas veas la señal que pides y cumplas su voluntad; y también para que aparezca la verdad de mi palabra y de mi mensaje. Helas aquí: recíbelas”.
Desenvolvió luego su blanca manta, pues tenía en su regazo las flores; y así que se esparcieron por el suelo todas las diferentes rosas de Castilla, se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa imagen de la siempre Virgen María , Madre de Dios, de la manera que está y se guarda hoy en su templo del Tepeyácac, que se nombra Guadalupe.
Luego que la vio el señor obispo, él y todos los que allí estaban se arrodillaron; mucho la admiraron; se levantaron; se entristecieron y acongojaron, mostrando que la contemplaron con el corazón y el pensamiento.
El señor obispo, con lágrimas de tristeza oró y pidió perdón de no haber puesto en obra su voluntad y su mandato. Cuando se puso de pie, desató del cuello de Juan Diego, del que estaba atada, la manta en que se dibujó y apareció la Señora del Cielo. Luego la llevó y fue a ponerla en su oratorio. Un día más permaneció Juan Diego en la casa del obispo que aún lo detuvo. Al día siguiente, le dijo:
-“Ea, a mostrar dónde es voluntad de la Señora del Cielo que le erija su templo”.
Inmediatamente se convidó a todos para hacerlo.
No bien Juan Diego señaló dónde había mandado la Señora del Cielo que se levantara su templo, pidió licencia de irse. Quería ahora ir a su casa a ver a su tío Juan Bernardino, el cual estaba muy grave, cuando le dejó y vino a Tlatilolco a llamar un sacerdote, que fuera a confesarle y disponerle, le dijo a la Señora del Cielo que ya había sanado. Pero no le dejaron ir solo, sino que le acompañaron a su casa.
Al llegar, vieron a su tío que estaba muy contento y que nada le dolía. Se asombró mucho de que llegara acompañado y muy honrado su sobrino, a quien preguntó la causa de que así lo hicieran y que le honraran mucho. Le respondió su sobrino que, cuando partió a llamar al sacerdote que le confesara y dispusiera, se le apareció en el Tepeyácac la Señora del Cielo; la que, diciéndole que no se afligiera, que ya su tío estaba bueno, con que mucho se consoló, le despachó a México, a ver al señor obispo para que le edificara una casa en el Tepeyácac. Manifestó su tío ser cierto que entonces le sanó y que la vio del mismo modo en que se aparecía a su sobrino; sabiendo por ella que le había enviado a México a ver al obispo.
También entonces le dijo la Señora que, cuando él fuera a ver al obispo, le revelara lo que vio y de qué manera milagrosa le había sanado; y que bien la nombraría, así como bien había de nombrarse su bendita imagen, la siempre Virgen Santa María de Guadalupe.
Trajeron luego a Juan Bernardino a presencia del señor obispo; a que viniera a informarle y atestiguara delante de él. A entrambos, a él y a su sobrino, los hospedó el obispo en su casa algunos días, hasta que se erigió el templo de la Reina del Tepeyácac, donde la vio Juan Diego. El señor obispo trasladó a la Iglesia Mayor la santa imagen de la amada Señora del Cielo; la sacó del oratorio de su palacio, donde estaba, para que toda la gente viera y admirara su bendita imagen. La ciudad entera se conmovió: venía a ver y admirar su devota imagen, y a hacerle mucha oración. Mucho le maravillaba que se hubiese aparecido por milagro divino; porque ninguna persona de este mundo pintó su preciosa imagen.