Cristo se ha “ido” para estar presente de manera más
intensa, más comprometida. Su cielo es nuestra tierra.
Jesús se ha ido.
Pero la despedida es
signo de una presencia más honda, de una tarea más fuerte.
Se ha ido, y es bueno
que esté alejado de nosotros, a la derecha de Dios Padre, porque sólo así nos
puede dejar en libertad y ofrecernos su Espíritu.
Hablando de una forma
simbólica muy honda, tenemos que decir Jesús ha subido hacia la altura de Dios, traspasando el plano de la historia y geografía de la tierra. Ahora se
encuentra en un nivel distinto, en ámbito perfecto de gloria y plenitud
pascual.
Esa elevación es a la
vez promesa de retorno. El mismo Jesús que ha subido volverá. De esa forma,
entre ascenso y retorno del Cristo, se abre un tiempo nuevo, propio de la
misión y tarea de los hombres.
Jesús se eleva al
cielo y así deja un hueco para que los hombres puedan ser plenamente humanos,
haciéndose cristianos.
Sin
embargo, no pocos cristianos viven hoy mirando exclusivamente a la tierra, Al
parecer, no nos atrevemos a levantar la mirada más allá de lo inmediato de cada
día.
En medio
de interrogantes e incertidumbres, los seguidores de Jesús seguimos caminando
por la vida, trabajados por una confianza y una convicción. Cuando parece que
la vida se cierra o se extingue, Dios permanece. El misterio último de la
realidad es un misterio de Bondad y de Amor. Dios es una Puerta abierta a la
vida que nadie puede cerrar.
ESTOY DE ACUERDO CONTIGO. PRISIONERO DE CRISTO.
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