Madre de Guadalupe

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domingo, 20 de enero de 2013

Manifiesto de Caná: Refundar la Iglesia


por Xabier Pikaza
Empezaré presentando un Manifiesto de Caná, con siete cláusulas, para indicar que la Iglesia en su conjunto no ha sabido responder a este pasaje (lo ha leído en general de forma “mística” para luego olvidarlo, volviendo a las seis tinajas de agua de ley e imposición social, de carencia y de sometimiento, sin pasar al séptimo día de la fiesta mesiánica). En ese contexto diré lo que significa volver a Caná, para fundar la Iglesia (es decir, para refundarla), retomando lo que quiso el evangelio de Juan al narrar este pasaje en el comienzo de los signos de Jesús.
Las bodas de Caná no sucedieron así y pasaron… sino que están sucediendo ahora, son la esencia de la Iglesia.
1. MANIFIESTO DE CANÁ
a. Introducción
El texto en sí (Jn 2, 1-11) es ya un manifiesto cristiano. Tras la introducción (Jn 1), que sirve para situar a los personajes, el evangelista quiere presentar el tema de conjunto de su obra, que es un manifiesto de cristianismo, Juan escribe para lectores que conocen bien los signos (agua, seis tinajas de piedra, bodas, Jesús, madre, los discípulos, la Iglesia…). Todo está medido al milímetro, todo está pensado para definir la novedad cristiana, el surgimiento de la Iglesia.
b. Manifiesto:1. Un presente seco. La iglesia actual se encuentra en la misma situación de los novios y los invitados de la escena: No tenemos vino. Anunciamos con trompetas nuestra fiesta, pero lo logramos ofrecer nada. Sólo la apariencia de unas bodas, fiesta externa, incluso músicos pagados, pero nos falta vino. Y sin vino ni los novios pueden pronunciar su palabra de amor, ni los amigos compartirla y celebrar con ellos, conforme al ritual judío. Ésta parece haber sido la situación de muchas iglesias judeo-cristianas (o paganas) en tiempos del Evangelista Juan. Para ellos va escrito el evangelio.
2. Toma de conciencia, la Madre de Jesús… Lo primero es tomar conciencia de la situación… Nadie se da cuenta de ella. Los convidados hablan, quizá discuten, pero no logran comprender que su fiesta está vacía. Han preparado seis grandísimas tinajas de agua (de leyes y normas para purificación. Sólo tienen eso: Normas, leyes, prohibiciones, purificaciones y nuevas purificaciones, con leyes nuevas… Una vuelta obsesiva a las normas de poder, simbolizadas por el agua de una liturgia vacía. Falta el vino, la boda no es boda, sino una forma de engañar al personal. Pero ella, la madre de Jesús (que es signo de las promesas del buen judaísmo) se da cuenta, y le dice a Jesús… También entre nosotros hay algunos que advierten la falta de vino, cristianos más comprometidos, poetas y profetas, servidores de los demás en un mundo donde se acaba la fiesta de la vida.
3. Resistencia, no es todavía mi hora. ¿Quién le dice a Jesús, de verdad, que nos falta el vino? ¿Quién puede llegar y decirlo: ¡es tu hora!? El evangelio concede ese “oficio” a la madre de Jesús, que es el signo de las promesas del judaísmo. No es ya tiempo de más purificaciones, de tinajas de agua, de normas y normas, y ella se lo dive Jesús parece resistirse, y dejarnos para siempre con el agua de los ritos, como si nada hubiera pasado (con templos externos, rituales vacíos, normas y normas llenas de prohibiciones). Es como si nos hubiera abandonado, dejándonos en manos de nuestros cenáculos vacíos, de bodas que no son bodas, de vino que no es vino…Gran parte de la jerarquía actual de la Iglesia parece resistirse, diciendo que no es todavía la hora, para centrarse en sus ritos, en sus purificaciones sin vida, en sus fiestas sin alma.
4. Decisión: Llenad las tinajas de agua… Pero Jesús escuchó a la madre y se puso en marcha, puso en movimiento su proyecto mesiánico de vino. Por eso pide a los servidores que llenen hasta arriba las tinajas, rebosantes… para que el agua del antiguo rito (purificación, gloria vacía…) se convierta en vino de fiesta. Éste es oficio de todos, de los servidores de la boda y del architriclino (que son los clérigos antiguos, que hoy serían el papa, los obispos y los celebrantes…). Es como si hubiéramos celebrado con agua de normas y ritos, queriendo purificarnos, pero sin nunca lograrlo. Es el momento de la boda, de la vida, del amor, de la alegría…Sólo este paso del agua real al vino realísimo de la fiesta, de la nueva conciencia, del gozo compartido, expresa la novedad de Jesús. Hemos vuelto a cerrar el proyecto de Jesús y encerrarlos en grandes ánforas de agua… Pues bien, bien, es la hora de ponerse en marcha, de abrir las tinajas y llenarlas de agua nueva, para que Jesús nos ayude a convertir el agua en vino de fiesta sin fin.
5. Celebración: El vino nuevo de la fiesta. Es ante todo el vino de los “novios”, de aquellos que se han unido para celebrar la fiesta de su vida, para beber juntos de una misma copa el vino del amor que crece y crece… Es la fiesta de todos los invitados, entre ellos los discípulos, que deben transformar el mundo a base de buen vino. Cuando abunda el vino, y aprende a beber en comunión de gozo, la vida cambia. Este es el motivo centrar de la fiesta de Jesús que nos hace celebrantes de la vida, animadores de esa fiesta, que es de todos, hombres y mujeres, invitados al banquete de bodas, sin que nadie quede excluido, sin que nadie lo acapare. Éste es el tiempo de pasar del vino malo al buen vino de fiesta, de amor generoso, de bodas de vino para todos, superando las viejas leyes y las purificaciones, para ponernos al servicio de la vida
6. Expansión: discípulos de Jesús. El evangelio dice que ellos creyeron y le acompañaron, poniéndose en marcha. Pues bien, también los nuevos ministros han de creer y convertirse en o servidores de la fiesta del vino, ellos, los que ahora existen y muchos nuevos. Pero no les veo convencidos de ellos; se han hecho guardianes de tradiciones, conservadores de un agua que se termina perdiendo, pudriendo…. Por eso ha de darse un cambio radical. Ciertamente, muchos ministros de las iglesias (varones y mujeres) siguen siendo portadores de una fiesta de vida. Pero muchos otros me parecen cerrados en leyes de purificaciones, en normas ya antiguas (cuyo origen nadie sabe explicar…), andan a lo suyo, que no es aquello que empezó a realizar Jesús en Caná de Galilea. Aquí es precisa una tarea nueva al servicio del vino de Jesús, con gente nueva, vino nuevo en odres nuevos, dice en otro lugar el evangelio (Mc 2).
7. Compromiso gozoso, siempre el vino. Las tinajas de las purificaciones no son algo del pasado. Ellas forman gran parte del presente de la Iglesia, hecha de ritos, envidias, cansancios, normativas… que no dejan que el vino se expanda y que corra por todos los sarmientos y cepas de la Iglesia y de la humanidad la savia de Jesús (cf. Jn 15). Pues bien, según su evangelio, Jesús nos quiere portadores del vino de la fiestas, animadores de la celebración, prontos al baile, al abrazo, a perder la cabeza en amor, por amor, en comunión… Ésta es la imagen que debíamos dar, desde el Papa de Roma hasta el monaguillo de San Martín de los Campos o los Prados… Celebradlo con vino, nos dice Jesús, o con el equivalente al vino, que es el amor que se expande, se contagia…

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