Madre de Guadalupe

Madre de Guadalupe

domingo, 26 de enero de 2014

Luz y salud: palabra y curación. Es el oficio de Jesús en Galilea.

Así empieza Jesús. Son sus primeras palabras, conversión y el Reino, que se pueden juntar: "cambiense al Reino".
Lo de Jesús es para cambiar a mejor. Se sale de la esclavitud al reino, se sale de vivir como esclavos enfermos y ciegos a ser reyes, libres. Por eso hablamos de Buena Noticia, de una noticia (=novedad) y buena (=estupenda).
Es una descripción total de Jesús: cura y enseña: proclama la Buena Noticia y la hace presente con la salud que se devuelve a los necesitados.
Jesús está mostrando cómo es la acción de Dios en el mundo: proclamar la buena noticia, curar. Los dos símbolos básicos de Jesús, que revelan quién y cómo es Dios para nosotros: médico y luz.
Por eso adquieren tanta importancia simbólica los relatos de curación de ciegos, hasta el punto de que el cuarto evangelio convierte la curación del ciego de nacimiento en uno de los ejes del mensaje, conectándolo con el tema "la luz y las tinieblas" que es una de sus líneas temáticas fundamentales.
Luz y salud: palabra y curación. Es el oficio constante, exclusivo, de Jesús en Galilea.
El Padre es luz y salud, palabra y curación. Es el corazón de la Buena Noticia. En ese Dios creemos. Creemos en un solo Dios, el Padre. Somos cristianos si creemos en el Dios de Jesús, en Dios para la salud, en Dios para la vida.
La presentación de Jesús como "el Hijo", el "hombre lleno del Espíritu" quiere decir que viéndole podemos conocer a Dios. Esa es la primera piedra de la fe cristiana: acceder a Dios a través de Jesús, ver a Dios en Jesús.
Ver al Espíritu de Dios trasformando a Jesús en el Hijo significa que sabemos también cómo es el ser humano como Dios lo sueña. En Jesús podemos contemplar a Dios y contemplarnos a nosotros mismos.
Y Jesús empieza por invitarnos a cambiar, a convertirnos, a abrirnos al Reino. La predicación de Jesús es: "Ya está aquí el Reino, convertíos". Convertirse es cambiar, cambiar desde el fondo, mirar a otros objetivos, adoptar otros valores. Se ofrecen como valores y objetivos los del Reino, es decir, la Voluntad de Dios, la Salvación.
¿Cambiás o estás siempre igual?
¿ caminás o estás anclado en lo de siempre?
¿Te estás convirtiendo constantemente en algo nuevo y mejor?
¿en qué se está convirtiendo tu vida?
Hoy podríamos situarnos en el lago y sentirnos llamados por Jesús, personalmente. Quizá no estoy llamado a cambiar los modos exteriores básicos de mi vida: pero es seguro que Jesús me llama a cambiar de criterios, de valores y de estilo: es seguro que Jesús me ofrece que toda mi vida sea Misión, que todo tenga valor para el Reino.

sábado, 11 de enero de 2014

BAUTISMO DE JESUS NACIMIENTO DEL AGUA Y DEL ESPIRITU

Jesús es el Hijo, el predilecto, el hombre lleno del Espíritu. Es el final del mensaje de estas fiestas de Navidad, el resumen de lo que hemos celebrado estos días.
Jesús, obra del Espíritu.
Creemos en ese hombre, creemos que en Él se muestra el Espíritu, que sus acciones y sus palabras son acciones y palabras del Espíritu. Creer en él es nuestro desafío, lo que nos constituye en seguidores suyos, lo que nos define como cristianos.
Al relato del Bautismo en las aguas del Jordán. nos acercamos siempre con demasiados prejuicios: El primero, olvidarnos de que Jesús era completamente humano y necesitó ir aclarando sus ideas. En segundo lugar el concepto de pecado y conversión, que no tiene nada que ver con lo que se entendía entones. Entendemos la conversión como un salir de una situación de pecado. Lo que se narra es una auténtica conversión de Jesús, lo cual no tiene que suponer una situación previa de pecado, sino una toma de conciencia de lo que significa para un ser humano alcanzar la plenitud de una meta aún no conseguida.
Dios llega siempre desde dentro, no desde fuera. Nuestro mensaje "cristiano" de verdades, normas y ritos, no tiene nada que ver con lo que vivió y predicó Jesús. El centro del mensaje de Jesús consiste en invitar a todos los hombres a tener la misma experiencia de Dios que él tuvo. Después de esa experiencia de Dios, Jesús ve con toda claridad que esa es la meta de todo ser humano y puede decir a Nicodemo: "hay que nacer de nuevo". Porque él ya había nacido del agua y del Espíritu.
El bautismo de Jesús tiene muy poco que ver con nuestro bautismo. El relato no da ninguna importancia al bautismo en sí, sino a la manifestación de Dios en Jesús por medio del Espíritu.  Mateo dice expresamente: "apenas se bautizó, Jesús salió del agua...". Marcos dice casi lo mismo: "apenas salió del agua..." Lucas dice: "y mientras oraba...". La experiencia tiene lugar una vez concluido el rito del bautismo. En los evangelios se hace constante referencia al Espíritu para explicar lo que es Jesús.
Dejándose llevar por el Espíritu, se encamina él mismo hacia la plenitud humana, marcándonos el camino de nuestra plenitud. Pero tenemos que ser muy conscientes de que solo naciendo de nuevo, naciendo del Espíritu, podremos desplegar todas nuestras posibilidades humanas. No siguiendo a Jesús desde fuera, como si se tratara de un líder, sino entrando como él en la dinámica de la vivencia interior.
La presencia de Dios en el hombre tiene que darse en aquello que tiene de específicamente humano; no puede ser una inconsciente presencia mecánica. Dios está en todas las criaturas como la base y el fundamento de su ser, pero solo el hombre puede tomar conciencia de esa realidad y puede vivirla. Esto es su meta y el objetivo último de su existencia.

En Jesús, la toma de conciencia de lo que es Dios en él, fue un proceso que no terminó nunca. En el relato del bautismo se nos está hablando de un paso más, aunque decisivo, en esa toma de conciencia.

domingo, 5 de enero de 2014

Llegaron ya los Reyes eran tres!!!

El evangelio de hoy,  Fiesta de la Epifanía, confirma lo universal de la salvación de Dios. Por este relato simbólico, se anuncia el origen divino de Jesús y su tarea salvadora como Mesías, como rey de Israel, heredero del trono de David y su presencia en la historia dando cumplimiento a las palabras de los profetas.
 Los magos, venidos de oriente,  también anuncian ese carácter universal de la misión de Jesús, la apertura del evangelio a los paganos y sus vínculos con  la comunidad cristiana.
La epifanía del Señor es la celebración para confesar nuestra fe en un Dios que se manifiesta a toda la humanidad, que se hace presente en todas las culturas, que actúa en todos, y que invita a la comunidad creyente a abrir sus puertas a las necesidades y pluralidades del mundo actual.
Pero es el momento de reflexionar sobre el pecado de Israel y nuestro pecado. "Somos el Pueblo de Dios"... ¿y otros no? Israel pensó que Dios estaba con ellos "contra otros". Nosotros sabemos que Dios está con nosotros, con todos nosotros, con todos lo humanos, contra el pecado. Israel pensó que era un privilegiado entre los demás porque conocía a Dios: ¿lo pensamos así nosotros? Hemos sido capaces de formular aquello de "fuera de la iglesia católica no hay salvación", y algunos hasta lo han defendido como un dogma.
Quizá nosotros no seríamos ya capaces de afirmar todo esto, pero sin duda seguimos creyendo que somos nosotros los que sabemos algo de Dios, y otros no; que, acerca de Dios, no tenemos que aprender nada de los que no conocen a Jesucristo; y quizá también que para nosotros la salvación es más sencilla que para ellos... En resumidas cuentas, que seguimos pensando que pertenecer al Pueblo de Dios es, un privilegio, un don que nosotros tenemos y otros no. Seguimos teniendo en la cabeza una arcaica noción: hemos recibido la Palabra de Dios, luego Dios es nuestro.
Pero la Palabra de Dios no está encadenada, ni siquiera a su Pueblo, ni a su Iglesia, ni a nada. La palabra de Dios es la luz del mundo y está en toda verdad, en toda belleza, en toda sabiduría, en todo bien. Y el corazón de los seres humanos de todas las razas y culturas y épocas, la siente, la recibe o la rechaza.
Nosotros hemos llegado a pensar que Jesús puso en marcha otra Religión, la Verdadera, la Definitiva, y así, hemos equiparado lo de Jesús con las demás religiones, que siempre expresan la manera de ser de cada pueblo, que hablan siempre de "nuestro Dios", y rechazan los dioses de los demás como ídolos o demonios...


Lo de Jesús está más en el fondo. Revela lo que hay de verdad en toda religión, cultura o comportamiento, y saca a la luz sus carencias. Y nuestra religión puede ser iluminada por la luz de Jesús, mostrando sus verdades y sus carencias, o puede creerse tranquilamente que, puesto que somos el Pueblo de Dios, todo en nosotros es verdad y somos la Luz de las Naciones.

miércoles, 1 de enero de 2014

THEOTOKOS- la que pare a Dios


 "María madre de Dios". Es la fiesta más antigua de María en occidente. La maternidad de María es un dogma. Esto no nos tiene que asustar, porque lo que de verdad importa es la manera de entender hoy esa verdad.
Fue definido en Éfeso en el 431. Pero no se trata de un dogma mariológico, sino cristológico. ¡Ya me hubiese gustado que en aquella época se hubieran interesado por la figura de una mujer como madre! La verdad es que, ni en los evangelios ni en los primeros escritos cristianos se preocuparon de María.
La mejor prueba de que en la definición de Éfeso no querían decir lo que después se entendió, es que tuvo que ser aclarada veinte años después por el concilio de Calcedonia (451). En este concilio se afirmó, que María era madre de Dios, pero "en cuanto a su humanidad". ¿Qué queremos decir cuando hablamos de la humanidad de Dios?
Efectivamente, llamar a María "madre de Dios" porque fue la madre de Jesús, es violentar los conceptos. Jesús fue un ser humano que comenzó a existir en un momento determinado de la historia. Dios está fuera del tiempo y no puede tener ni principio ni fin.
Para entender el dogma de la "Theotokos" (la que pare a Dios), debemos tener en cuenta el contexto en que fue formulado. Era un intento de confirmar, que el fruto del parto de María fue una única persona: Jesús. Contra Nestóreo, que afirmaba dos personas en Jesús, una humana que era Jesús, y una divina, la segunda de la trinidad.
No debemos olvidar que el concilio de Éfeso lo promovió el mismo Nestóreo para condenar como hereje a Cirilo, que proclamaba una sola persona en Cristo. Faltó poco, para que se saliera con la suya y condenaran como herejía lo que se definió como dogma.
Aunque no es lo que se definió, lo que se ha entendiendo del dogma, no deja de tener su importancia a la hora de pensar la realidad insondable de Dios. Que nos hayamos atrevido a dar una madre a Dios tiene unas connotaciones sicológicas incalculables. Manifiesta una necesidad de comprender a Dios desde nuestra realidad humana. Somos hijos de Dios y Él es a la vez Hijo de una mujer... Dios entrando en la dinámica humana y el hombre entrando en la dinámica divina. Llamar a María Madre es manifestar que es origen de algo tan importante como es la presencia de Dios en Jesús.