Madre de Guadalupe

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domingo, 21 de octubre de 2012

Es hora de confiar en Dios

 

Domingo 29 del Tiempo Ordinario Mc 10, 35-45

“El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.

Angel Moreno de Buenafuente
¡Extrañas paradojas las que hoy nos propone la Palabra! De natural no nos nace servir para ser importante, más bien creemos que se nos debe servir, tener en cuenta y que se nos agasaje, por creernos importantes.
La contemplación de la vida de Cristo no se debe quedar en admirar lo que Él hizo por nosotros. Su modo de actuar es revelador de plenitud, y quien fascinado por el ejemplo de Jesús entrega su vida, la gana.
La mirada al momento en el que acontece la Redención del mundo, cuando Jesús hace el gesto supremo de su entrega en manos de su Padre y derrama su Espíritu, se convierte en trono de gracia, por ser el mayor gesto de amor.
En este tiempo recio, según nos recordaba la fiesta de Santa Teresa la semana pasada, es la hora de los que se fían de Dios y son capaces de entregar sus vidas por los demás, con el trabajado de sus manos, con la ayuda de sus bienes, y su modo de actuar humilde y servicial.
Nos sobra prepotencia, vanidad, violencia, afán de poder y de prestigio, ganas de poseer y de dominar. El mensaje de la liturgia de la Palabra nos deja una clave providente, y los que se fían de Dios saben que es verdad: “Lo que Dios quiere prospera de su mano”. Es otro de los secretos del Evangelio; no solo el de arriesgar la vida por servicio a los demás y quedar en ello remecidos de alegría, sino que si nosotros nos ocupamos de las cosas de Dios y de prolongar su acción compasiva, Él se encarga de las nuestras. ¡Tengamos la sagacidad del Evangelio!

domingo, 7 de octubre de 2012

Evangelio de hoy: Jesus contra el machismo


Tiempo ordinario (B). Marcos 10,1-12
Los fariseos plantean a Jesús una pregunta para ponerlo a prueba. Esta vez no es una cuestión sin importancia, sino un hecho que hace sufrir mucho a las mujeres de Galilea y es motivo de vivas discusiones entre los seguidores de diversas escuelas rabínicas: “¿Le es lícito al varón divorciarse de su mujer?”.
No se trata del divorcio moderno que conocemos hoy, sino de la situación en que vivía la mujer judía dentro del matrimonio, controlado por el varón. Según la ley de Moisés, el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa. La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo.
La respuesta de Jesús sorprende a todos. No entra en las discusiones de los rabinos. Invita a descubrir el proyecto original de Dios, que está por encima de leyes y normas. Esta ley “machista”, en concreto, se ha impuesto en el pueblo judío por la “dureza de corazón” de los varones que controlan a las mujeres y las someten a su voluntad.
Jesús ahonda en el misterio original del ser humano. Dios “los ha creado varón y mujer”. Los dos han sido creados en igualdad. Dios no ha creado al varón con poder sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al varón. Entre varones y mujeres no ha de haber dominación por parte de nadie.
Desde esta estructura original del ser humano, Jesús ofrece una visión del matrimonio que va más allá de todo lo establecido por la “dureza de corazón” de los varones. Mujeres y varones se unirán para “ser una sola carne” e iniciar una vida compartida en la mutua entrega sin imposición ni sumisión.
Este proyecto matrimonial es para Jesús la suprema expresión del amor humano. El varón no tiene derecho alguno a controlar a la mujer como si fuera su dueño. La mujer no ha de aceptar vivir sometida al varón. Es Dios mismo quien los atrae a vivir unidos por un amor libre y gratuito. Jesús concluye de manera rotunda: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el varón”.
Con esta posición, Jesús esta destruyendo de raíz el fundamento del patriarcado bajo todas sus formas de control, sometimiento e imposición del varón sobre la mujer. No solo en el matrimonio sino en cualquier institución civil o religiosa.
Hemos de escuchar el mensaje de Jesús. No es posible abrir caminos al reino de Dios y su justicia sin luchar activamente contra el patriarcado. ¿Cuándo reaccionaremos en la Iglesia con energía evangélica contra tanto abuso, violencia y agresión del varón sobre la mujer? ¿Cuándo defenderemos a la mujer de la “dureza de corazón” de los varones?
José Antonio Pagola
Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS